Tenemos en la
escuela una gran suerte, contamos con la nieta de un médico que hizo muchísimo
por la salud no solo de Bragado sino todos los pobladores rurales. Se trata de Lía
Arribalzaga, nuestra profe de inglés, y
su abuelo, un gran médico rural ya fallecido en el año 1985. Argentino Rodolfo
Arribálzaga, quien debe su nombre a su fecha de nacimiento (en la ciudad de
Bragado), el 18 de mayo de 1912, día de la escarapela.
Es
interesante conocer también la historia
de la familia del gran medico: su papá, Ángel, se dedicó a la música, desde
pequeño tocando diferentes instrumentos en la banda local de Bragado a la que
ingresó cuando tenía 9 años, llegando a ser el director de la banda
municipal hasta su muerte en 1941, por
tuberculosis, dado que hubo en nuestra ciudad
una fuerte epidemia, que terminó
con su vida a los 54 años, siendo el director de su propio conservatorio
de música que funcionaba al lado del teatro Constantino, solía actuar en el
Teatro Francés de la misma localidad, donde canto por primera Carlos Gardel. En su casa hoy sigue viviendo su hijo y padre de nuestra
profe, y un gran colaborador de su padre en su trabajo como médico.
El
doctor, Argentino Rodolfo Arribalzaga, se recibió de médico en la Facultad de Buenos
Aires en 1938, y vino a ejercer la labor a su tierra natal, destacándose en
Bragado como médico de cabecera de muchos chacareros, entre varias actividades.
Su máximo logro llegó en la década del 50,
cuando tratando con mucha gente de campo se encontró con una rara enfermedad
que provocaba la muerte en varios casos de sus investigaciones. Contó con la
colaboración de otros renombrados profesionales como los doctores Duba (de
Mechita) y Vacarezza (de Alberti) y consiguió determinar que una nueva
enfermedad asolaba los campos de la región. Su labor permitió que un mal peligroso
pasara a ser controlable, pudiendo así disminuir sus riegos exponencialmente.
Su humildad
permitió que la enfermedad sea la llamada “Fiebre Hemorrágica Argentina” o mal
de los rastrojos, y que muy pocos lo reconocieran a él como el descubridor.
Fiebre Hemorrágica Argentina
Así, la historia del mal de los
rastrojos comenzó en 1955 cuando Rodolfo Arribálzaga describió los primeros casos
de una enfermedad
aguda desconocida que había detectado en pacientes de nuestra zona, la
mayoría jóvenes trabajadores de la cosecha gruesa (de maíz, sorgo o girasol),
que entre abril y julio, estando los cultivos en etapa de rastrojo, eran
incididos con mayor incidencia por el mal (de rastrojo).
Los síntomas predominantes eran la
fiebre y las hemorragias, por lo que la enfermedad se difundió con el nombre de
fiebre hemorrágica argentina. En la década de 1950 el mal de los rastrojos fue
una enfermedad emergente, era desconocida y diagnosticada por primera vez: se
trata de una afección severa, de comienzo gradual y sin síntomas iniciales distintivos,
por lo que los enfermos no toman fácilmente conciencia de haberla adquirido.
Tratando de descubrir de que se trataba
esta tremenda enfermedad de la gente de campo el doctor Arribalzaga se puso a
investigar en el hospital con cadáveres, actividad por lo que fue llevado
preso, en esos tiempos no estaban permitidas esas observaciones, por supuesto
rápidamente la autoridades comprendieron
que se trataba del doctor e inmediatamente lo liberaron. Estas observaciones lo ayudaron a comprender
su sospecha que se trata de un virus. El denominado virus Junín. Fig 1.
El roedor, que es hospedador o
reservorio sano del virus, lo elimina por la saliva y la orina, y su entrada en
el organismo humano se produce por heridas de la piel, (frecuentes en
trabajadores rurales) siendo entradas comunes los ojos, o las mucosas de la
boca o la nariz, a las que llega por inhalación del polvo levantado en las
tareas agrícolas.
Como los ratones en cuestión
difícilmente invaden zonas urbanas, es mayor la prevalencia de la enfermedad en
los habitantes rurales. En la primavera, cuando el clima se va poniendo
templado, comienza la temporada de reproducción del animalito, con lo que sus
poblaciones aumentan hasta alcanzar un máximo al final del otoño, en
coincidencia con la cosecha gruesa y con el mayor número de casos de la
enfermedad. Luego su número baja abruptamente con la llegada de los fríos
invernales.
La enfermedad es de corta duración, con cerca del 80%
de pacientes que
superan rápidamente una
fase aguda y se recuperan luego
de una convalecencia prolongada. Pero en algo más del 20% de los enfermos, en
torno a la segunda semana
de la aparición
de los síntomas
se producen hemorragias y trastornos neurológicos graves, provocando a
menudo efectos mortales.
Desarrollando una vacuna
Por el carácter emergente de
la fiebre hemorrágica, no había formas claras en el establecimiento del
diagnóstico, como tampoco en la prevención y la curación. Es considerada una “enfermedad huérfana”. Por
producirse este carácter endémico en una zona relativamente pequeña del norte
de la provincia de Buenos Aires y con baja incidencia en el conjunto de la
población, las empresas farmacéuticas no invertían en su investigación, ya que
a su vez el número de potenciales compradores del eventual medicamento sería
muy reducido. La idea de desarrollar una vacuna
fue un trabajo complejo y delicado lleno de dificultades entre las cuales hay
médicos e investigadores contagiados accidentalmente e inclusive muertos durante el desarrollo de
las investigaciones. Los estudios comenzaron en 1978 con la cooperación entre la Secretaría de Salud
de la Argentina, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la
Organización Panamericana de la Salud y el Instituto de Investigaciones Médicas
de Enfermedades Infecciosas del ejército de los Estados Unidos. La
participación militar se explica por el hecho de que los virus causantes del
mal de los rastrojos y otras fiebres hemorrágicas eran considerados posibles
agentes de guerra biológica, de manera que obtener una vacuna efectiva revestía
importancia estratégica y de hecho la producción de la vacuna para los ensayos
se realizó en San Diego, California. Los ensayos clínicos de las fases I y II
fueron iniciados en los Estados Unidos en 1984, en voluntarios sanos, empezando
por 92 soldados.
En 1978, se creó en Pergamino el
Instituto Nacional de Estudios sobre Virosis Hemorrágicas, los
ensayos clínicos en la Argentina
comenzaron en 1986 con 14 voluntarios de bajo riesgo residentes en Pergamino y
fueron conducidos por el
doctor Maiztegui. las autoridades sanitarias argentinas
decidieron emprender la producción masiva de vacuna en el instituto de
Pergamino, para poder hacerlo, además de adaptarse instalaciones y equipos, el
personal de la institución se familiarizó con los procesos y las buenas
prácticas de elaboración y control de calidad de las vacunas en California. A
partir de allí comenzó la fabricación de
la vacuna con la que se espera inmunizar a la población de mayor riesgo de
entre los cinco millones de habitantes que residen en el área indicada en la
figura 1, actualmente La vacuna, es de
fabricación netamente argentina y mediante una única dosis brinda inmunidad por
más de 10 años (casi 20) a aquellos mayores de 16 años.
Campaña
de vacunación
Con motivo
de evitar enfermos del brote del mal de rastrojos, en nuestra ciudad
agropecuaria se realizó una importante campaña de vacunación contra la fiebre
hemorrágica argentina, con la intención de ser obligatoria para los residentes
y trabajadores de zonas rurales del partido de Bragado. Fue fundamental esta
campaña respecto de la salud pública ya que si la enfermedad no se trata
adecuadamente puede causar efectos letales en los enfermos. A su vez, la
preocupación por este virus es grave, ya que siempre ha estado.
La prioridad fueron todas
aquellas personas cercanas a plantas de silos, los mecánicos agrícolas, y los
trabajadores en contacto con el vector, que es la laucha maicera. En el Cept se
realizó también la vacunación donde pudieron vacunarse los alumnos mayores de
16 años, los profes y todos los vecinos de la zona. Esta campaña la llevo a cabo el Personal de la
Dirección de Atención Primaria de la Salud, dependiente de la Secretaría de
Salud de la Municipalidad de Bragado, se encontrará desarrollando la misma,
conjuntamente con los C.A.P.S.
Plan de búsqueda del CEPT
Nuestras herramientas
pedagógicas son estrategias transformadoras
que nos permiten acercarnos al conocimiento,
una de esas estrategias es el plan de búsqueda, que nos dio la oportunidad, a
las profesoras Valeria Aguer y Sonia Romero, en segundo año de introducirnos en la investigación de las enfermedades
rurales y por supuesto alumbrar junto a
los alumnos algunos de los conocimientos que en esta nota se dan a conocer.
En el plan de búsqueda recorrimos varios aspectos relacionados con la
importancia de la salud rural
investigando las distintas zoonosis, identificamos las problemáticas de salud ambiental y humana
que se presentan en nuestra zona; caracterizamos las producciones animales y
vegetales y reflexionamos sobre la importancia de una producción amigable con
el medio ambiente y su necesidad para vivir de manera saludable. Por supuesto
que el mal de los rastrojos, los síntomas y
la vacunación fueron uno de los temas tratados.
Homenaje al gran médico
No hay comentarios:
Publicar un comentario