sábado, 1 de octubre de 2011

Nota Editorial Diciembre 2010

Cuando leemos textos de Historia Argentina y Latinoamericana, muchas veces nos hierve la sangre al ver las tropelías que se han cometido contra nuestras tierras, nuestros recursos,  los pueblos originarios y contra nosotros. Y a una gran mayoría (salvo quienes tienen intereses económicos o ceguera histórico-política) nos queda bastante claro que el modo de vida de “unos”, los  pagamos “otros”, en una gran escalera de gallinero a escala mundial. Es así que los lujos de los países del Primer Mundo, o imperialistas, siempre necesitaron tener sometidos, a sus planes económicos, a los subdesarrollados o del Tercer Mundo. Resulta paradójico leer cualquier libro de Historia de secundaria acerca de la distribución internacional del trabajo, donde se nos hacía sentir orgullosos de ser “el granero del mundo”, mientras las grandes potencias creaban mano de obra en sus países para elaborar los productos manufacturados con las materias primas que enviábamos los latinoamericanos y que cuando se profundizó este sistema, bajo el neoliberalismo de los ’90, necesitó hasta el último centímetro de tierra, por lo que elaboraron estrategias para lograr el mayor porcentaje de concentración de tierras de toda nuestra historia, y cuando hablamos de concentración de tierras, obviamente estamos también hablando de expulsión de gente, de desarraigo, de explotación de los recursos naturales hasta mas allá de los límites permitidos.
Pero claro, cuando digo en algún párrafo que se elaboraron estrategias, las hicieron muy bien. Aunque esa práctica ya había sido empleada, en el año ´55, utilizando la herramienta favorita de los poderosos, que es el Golpe de Estado, con la complicidad de algunos connacionales, desalojaron del gobierno a quien proponía industrializar el país, para obtener un mayor valor agregado de nuestros productos primarios. Y con el objetivo de industrializar el país es que llegamos a ser el primer país en Latinoamérica que en la década del ‘50 construyó un avión a reacción, el “Pulqui I y II”, llegamos a construir automóviles deportivos de alta gama, camionetas, motos y tractores como el “Pampa”, que para la época eran de primera, además de electrodomésticos, que surgieron a través del Proceso de Industrialización por Sustitución de Importaciones”, por lo que los E.E. U.U., viendo un peligro en el desarrollo industrial argentino, provocó el derrocamiento del presidente de entonces y con ello otro proceso, el de desarme industrial argentino, para volver a ser “El granero del mundo”.
Y causa tristeza que algunos sectores, algunas veces respondiendo más a una cuestión de orgullo partidista, que a un pensamiento producto de la Razón, no coinciden o no apoyan las políticas tendientes a lograr la restitución de los bienes y los derechos de quienes fueron despojados, y que ahora, primero tímidamente pero cada vez más fervorosamente vemos que quienes se cansaron de ser saqueados y corridos, percibiendo que el límite absoluto está cerca, ya comenzaron la reacción. Me refiero a los pueblos originarios, quienes han sido acorralados hasta lo indecible, siendo nosotros testigos mudos de las injusticias por ellos sufridas. Comienza nuevamente ese ciclo histórico desgarrador en que mientras nosotros, habitantes y propietarios de nuestras tierras, nos peleamos; las divisas, producto de la explotación inmisericorde de los grandes pools de siembra,  que debieran ser redistribuidas aquí,  se van a mejorar la calidad de vida de otros.
Y como decía al principio, lo que nos producía estupor en los libros, por el tratamiento de nuestros nativos (y de nosotros mismos), no debe producirnos fastidio ahora que lo estamos viviendo, que lo estamos presenciando, sino que debe producir en nosotros una actitud de apoyo decidido a esa lucha, además estar atentos para que no sea convierta en fratricida (muerte entre hermanos), sino contra quienes se apoderan de nuestros recursos y de nuestro esfuerzo, respaldados por los dueños de los capitales mundiales.
Cada vez más se lee nuestra historia, con libros que se convierten, casi en best sellers, lo que denota en nosotros una necesidad de identidad nacional y es así  que se acude al recuerdo histórico de la lucha que por las armas llevaron adelante nuestros héroes, para defender nuestras tierras ante la ola invasora. Hoy, la lucha es la misma, sólo que en vez de armas es necesaria una actitud de apoyo decidido a quienes, mediante movilizaciones, reclaman justicia. Por ello, es necesaria una identificación total de argentinos y latinoamericanos que en lo interno tenemos  disensos, propios de la vida en democracia, pero que ante los hechos consumados de vasallaje, sometimiento, pillaje y expoliación, debemos presentar un frente unido donde no existan diferencias ideológicas, porque ahí, la idea es una sola: defender los intereses de la Nación y sus habitantes.    

Director: Prof. Gustavo Bartolomé

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