martes, 30 de agosto de 2011

100 años de la casa

Hacia fines del siglo XIX, Doña Delfina Chiaravino, ya viuda de Gancia llegó con sus hijos María y Antonio escapando del hambre europeo. Llegaron a General Rodríguez y allí, Don Antonio conoció a Ángela Cordone y se casó. Con su madre compraron las primeras cincuenta hectáreas de un loteo que don Felipe Muriel hizo de sus tierras y ahí, esta familia, hizo base.

Primero en un rancho y, cuando estos campos empezaron a rendir frutos, comenzó a construir una casa imponente. Él mismo elaboró los ladrillos e hizo traer maderas, cal y el resto de los materiales. Ya con sus tres hijos: Bartolomé, Antonio y Juan, emprendedor y luchador como era, desde esta casa, dirigió una pequeña fortuna que tal vez nunca imaginó. Sin embargo, Bartolomé y Juan formaron sus familias y se marcharon. Antonio, su hijo, quedó aquí, y cuando aquel italiano emprendedor se marchó al otro mundo, fue su hijo, quien casado con María Sturba llevó adelante una lucha de campo ferviente. Aquí, en esta casa llegaron seis hijos más: Arnoldo Alcides, Armando Antonio, Elsa Angélica, Atilio Alberto, Ambrosio Américo y María Susana. Vino con ellos la época del TAMBO, la época de la Sociedad Gancia Hermanos; más lucha, más gente pobló este lugar. A la propia y numerosa Familia Gancia se sumaron hasta siete empleados tamberos. Tanto trabajo duro, tantas heladas y días de calor sofocante, tantas lluvias y el tambo que no daba tregua. Tanta gente que pasó por ese corredor. Vinieron nuevos hijos, más voces, más pasos.

Los tiempos llevaron a la desaparición de la Sociedad y ahí, yo, el primer Gancia que no se crió directamente aquí, en esta casa, la conocí como LA CHACRA, la casa de mis abuelos Alcides y Sara. La casa de mi tía Nora. La de los domingos de los mejores ravioles del mundo y de Turismo Carretera por radio. La casa de los veranos en el tanque y la de mis primeras lecturas de historia en un viejo libro de tapas verdes.

Pero un día, la casa se quedó sola. La invadió el fantasma del abandono.

No obstante, la vida ofrece otra chance y la casa la tuvo. Apareció Daniel Alonso y la idea de que una generación nueva de agricultores familiares, tan agricultores como aquellos de principios de siglo vinieran aquí, y la casa se transformó en ESCUELA.

A veces pienso: ¡Las cosas de la vida! Yo que amé esta casa y que, sin embargo, no fui de los que viví en ella, ahora paso la mayor parte de mi vida aquí, como profesor en la que será siempre la casa de mis abuelos.

Hasta tiene esta historia pinta de novela. Éste sí debe ser un FELIZ CUMPLEAÑOS. Una casa que ahora, tal vez un poco distinta a la que era volvió a poblarse de voces, risas y alegría. Porque la mía, fue siempre una FAMILIA ALEGRE. TODO AQUÍ FUE ESFUERZO, TRABAJO, SACRIFICIO Y ALEGRÍA. IGUAL, IGUAL A COMO ES UN C.E.P.T.

Gustavo Gancia

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